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Instituto Amagi https://institutoamagi.com.ar Mon, 11 Sep 2023 15:35:31 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.3.1 Corregir el déficit fiscal no es la prioridad absoluta. Por Alberto Benegas Lynch(h) https://institutoamagi.com.ar/corregir-el-deficit-fiscal-no-es-la-prioridad-absoluta-por-alberto-benegas-lynchh/ Mon, 11 Sep 2023 15:35:31 +0000 https://institutoamagi.com.ar/?p=1461 Corregir el déficit fiscal no es la prioridad absoluta. Por Alberto Benegas Lynch(h) Leer más »

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Los aparatos estatales son el problema prioritario, ya que puede contarse con un presupuesto equilibrado y aún así succionar el cien por ciento de los recursos de la gente

Como he dicho antes, se machaca equivocadamente con que el desequilibrio en el presupuesto entre entradas y salidas es el problema medular. Esto no es correcto. Cuba ahora no tiene déficit fiscal y Stalin no lo tuvo durante varios períodos. Puede contarse con un presupuesto equilibrado y succionar el cien por ciento de los recursos de la gente, es decir convertir un país en un campo de trabajos forzados.

Por supuesto que del déficit fiscal nace la inflación pero el problema absolutamente prioritario es el nivel exponencial del gasto público que los politicastros eluden puesto que les resulta más fácil endeudarse, cobrar nuevos y mayores tributos y recurrir a la antedicha estafa generalizada que los economistas denominamos inflación.

En 1978 comenzó en Estados Unidos la estrategia de “starve the beast” (hambrear a la bestia, siendo ésta el aparato estatal) con la propuesta original de Alan Greenspan que consistía en cortar impuestos con la idea de desabastecer el gasto. La estrategia terminó en un estrepitoso fracaso pues se recurrió al endeudamiento en gran escala para financiar el imparable gasto público, de ahí que economistas sensatos apuntan como prioridad reducir el gasto público.

Sin duda que hay muchas otras medidas que deben adoptarse con urgencia para zafar de los embrollos estatistas, pero encarar el volumen del gasto estatal tiene prelación por las razones apuntadas.

Este empecinamiento en dirigir la mirada a lo que nos es prioritario remite al fanatismo o dogmatismo que no permite sacar anteojeras y mirar la realidad. Un caso típico de obcecación es el mantener que la ciencia debe estar en el área de las botas (el aparato estatal), lo cual es tan desatinado como el ministerio de la felicidad de Maduro o los de la verdad o el amor orwellianos. En esta línea argumental entonces nos referiremos a este fenómeno de mentes con pesadas telarañas mentales y luego a la tilinguería de centrar la atención solo a los procesos electorales sin prestar atención a temas que subyacen a esos mecanismos electorales que es la preocupación y ocupación por ideas en línea con la sociedad libre.

Como es bien sabido, la característica central del ser humano es su capacidad para discernir, para decidir entre distintos cursos de acción, para razonar, conceptualizar y para argumentar. Esto es un privilegio de la condición humana que no posee ninguna otra especie conocida. Esto hace posible el conocimiento y las refutaciones. Posibilita el intercambio de ideas en el aula, en debates abiertos, conversaciones y a través de ensayos, libros y artículos.

El fanático es aquel que renuncia a su condición humana y adhiere ciegamente a lo que otros le dicen, deja de ser una voz para convertirse en puro eco. No digiere, no medita, solo obra por impulso, en verdad no actúa ya que no hay acción propiamente dicha sino reacción. La expresión proviene del latín antiguo: fanum, lo cual quiere decir templo, de ahí que los fanatismos más comunes son de carácter religioso donde la fe juega un rol decisivo. Sin duda que puede concebirse una persona religiosa no fanática en el sentido que razona la existencia de una primera causa (necesaria y no contingente como el Big-Bang), de lo contrario sabe que no hubiera nacido ya que las causas que lo generaron irían en regresión ad infinitum, por tanto, nunca hubieran comenzado. Pero el fanático atropella a los congéneres, los quiere convertir a su credo a toda costa e incluso se pone agresivo con los que no aceptan su modo de ver la religiosidad o sus inclinaciones dogmáticas.

Este último sentido explica las matanzas horrendas a través de la historia que se han perpetrado en nombre de Dios, la misericordia y la bondad. Lo curioso es que esta situación no ocurría cuando abundaba el politeísmo, situación en la que cada uno tenía su dios personal que eventualmente otros podían compartir algunas de las formas de adoración. Muchas religiones oficiales fueron (y son) responsables de los diferentes modos de las hogueras humanas.

En el caso del catolicismo, merced a la decisiva intervención de Juan Pablo II -principal aunque no exclusivamente- se instaló la noción del ecumenismo y del respeto, la amistad y comprensión mutua entre las religiones monoteístas y también la debida consideración a todas las otras maneras de encarar la religión y para con el deísmo y también para los que no tienen religión alguna (y su pedido de perdones por crímenes comandados por Papas como fueron las inquisiciones, la judeofobia y las instigaciones a guerras religiosas). Nada más decepcionante que los fanáticos religiosos obcecados con lo que les dice el líder con o sin túnicas y sotanas aunque se trate de un disparate superlativo. Nada más peligroso que las religiones laicas de talibanes que militan contra la religión o las que adhieren ciegamente a la del estatismo.

Como decimos, el fanatismo no se agota en las religiones sino que se extiende a las concepciones políticas, lo cual produce los descalabros que son del dominio público. Se extienden a la adoración al líder del momento, habitualmente por parte de muchedumbres en las que como ha señalado en La psicología de las multitudes Gustave Le Bon “lo que se acumula no es la sensatez sino la estupidez”.

Por esto es que resulta una medida higiénica el alejarse de las ideologías que como se ha repetido en muy diversas ocasiones, en su acepción más generalizada da por sentado la fabricación de un sistema cerrado, clausurado, terminado e inexpugnable lo cual es la antítesis del conocimiento que por su naturaleza es provisorio sujeto a refutaciones tal como lo ha explicado, entre otros, Karl Popper.

El fanático es militante, una de las palabras más desagradables del diccionario porque en primer término es impropio para el mundo civil y también para las fuerzas armadas ya que allí se trata de militares no de militantes. El término en cuestión deriva de militar y claro que, en ese sentido, el militante procede conforme a las órdenes que recibe del vértice, es verticalista y es una pieza que se mueve en el contexto de la obediencia debida. A su vez, los jefes totalitarios son fanáticos, son términos correlativos y consustanciales al mesianismo, el megalómano es necesariamente un fanático en su obsesión de manejar vidas y haciendas ajenas.

Eric Hoffer en The True Believer nos dice que “los hombres en general se ocupan de lo suyo cuando en lo suyo hay algo de sustancia, de lo contrario se ocupa de meterse con el vecino” y este es el fanático que dado su vacío existencial tiene que respaldarse en una causa externa a él por la que entregar sus pasiones. Le resulta insoportable, como apunta Hoffer, que “la libertad de elección coloca sobre sus hombros toda la culpa por sus fracasos”. Por eso, continúa este autor, es que el fanático tiende a subsumirse en lo colectivo, en los movimientos masivos, porque coloca la posibilidad de cambio fuera de su control, en las manos del líder, se traduce en “la total rendición del yo”. Hoffer ejemplifica no solo con los fanáticos religiosos sino en espesas y purulentas categorías cerradas y terminadas a las que se debe obedecer a pie juntillas como son los casos del nacional-socialismo y el comunismo y también los ateos militantes que operan “como si se tratara de una nueva religión”.

Por eso es que el espíritu liberal abre puertas y ventanas de par en par al efecto de permitir y estimular el debate y así reducir en algo nuestra colosal ignorancia. Esta es una de las razones por las que aboga por la debida consideración a tradiciones de pensamiento distintas que permiten reforzar argumentos en pro de la libertad y modificar los que estaban equivocados, en un contexto de permanente evolución. Cervantes escribió que “el camino es siempre mejor que la posada” pero, además, en el caso liberal, no hay posada, es todo camino, “la hazaña de la libertad” al decir de Croce siempre teniendo en vista que, otra vez según la pluma del autor del Quijote, todo debe entregarse “por la libertad, igual que por la honra”.

En La rebelión de las masas Ortega destaca que los hombres asimilados a lo colectivo “no se exigen nada especial, sino para ellos vivir es ser en cada instante lo que ya son, sin esfuerzo de perfección sobre si mismos, boyas a la deriva”. El fanático revela su tontera y concluye Ortega que “no hay modo de desalojar al tonto de su tontería […] el tonto es vitalicio […] por eso ha perdido el uso de la audición. ¿Para qué oír si ya tiene dentro de si todo cuanto hace falta?”.

Si se impone el hombre-masa en el sentido orteguiano la perspectiva es por cierto lúgubre, pues según el mismo pensador “La espontaneidad social quedará violentada una vez y otra por la intervención del Estado; ninguna nueva simiente podrá fructificar. La sociedad tendrá que vivir para el Estado, el hombre para la máquina del Gobierno”.

El fanático considera que la lealtad debe ser total al líder -más bien el servilismo- todo lo demás es traición que tiene que ser desacabezada. Robert Nisbet en Prejudices mantiene que el fanatismo, además del religioso propiamente dicho, abarca la religión laica que sigue los pasos de los Robespierre de nuestra época. El fanático representa aquello que Nisbet ilustra con una oportuna cita de Dostoyevskyi: “el fuego en la mente”, el autor ruso influido por dos becarios de Catalina la Grande a la cátedra de Adam Smith.

En momentos en que ciertos fanatismos devienen en terroristas siempre criminales, es decir, resucitan inquisiciones en bandada, debe meditarse con cuidado cuáles son las defensas de la sociedad abierta y uno de los anclajes de mayor fertilidad consiste en mantener a rajatabla la libertad de expresión, la separación tajante entre religión y poder (“teoría de la muralla”, según la concepción original norteamericana) y ocuparse y preocuparse de la educación como la trasmisión de valores y principios consistentes con seres libres para así asegurarse las necesarias defensas contra la incursión de fanáticos, un peligro mortal para la convivencia civilizada. Hay un conocido adagio que debe repasarse en toda ocasión: “La mente es como un paracaídas, solo sirve si se abre”. Es que las telarañas mentales carcomen la condición humana.

En no pocos lares, muchos de los que se declaran partidarios de una sociedad libre se limitan a exhibir un fervoroso espasmo cívico el día de las elecciones y, salvo honrosas excepciones con aire profesoral en la práctica arremeten contra el respeto recíproco. Habitualmente, esos seres anodinos se entusiasman vivamente con marchas e himnos patrios, se cuelgan escarapelas por doquier y revelan síntomas de alarmante xenofobia, pero son incapaces de dejar por un instante los arbitrajes que presentan sus quehaceres rutinarios para prestar un mínimo de atención al estudio y difusión de las ideas y principios que dan sustento a una sociedad abierta, ni a destinar recursos propios para la tarea.

En este sentido, en el campo opuesto, debe tomarse como ejemplo la constancia y la admirable perseverancia por parte de los socialistas para establecer y mantener centros de estudios, publicación de libros y financiación de cátedras al efecto de pregonar el ideario colectivista. Ese es el motivo de su éxito en las políticas gubernamentales y, previamente, en los campos de la economía, el derecho, la sociología y las ciencias sociales en general. Mucha razón tenía Edmund Burke al sostener que “todo lo necesario para que las fuerzas del mal se apoderen de este mundo, es que haya un número suficiente de personas de bien que no hagan nada”.

Como si el progreso estuviera garantizado y a buen resguardo, ese es el instante en el que los espacios son ocupados por otras ideas y cuando comienza el debate resulta que los supuestos defensores de la sociedad libre no tienen nada que decir porque no se han preocupado por repasar, mantener y acrecentar las necesarias defensas.

Cada uno es responsable de su destino. Es muy cómodo endosar la culpa a otros, en lugar de dejar testimonio adecuado a las circunstancias. Lo contrario es la receta para el fracaso. Nada resume mejor la preocupación que esbozamos en estas líneas que la sabia sentencia de Johann Goethe: “Sólo es digno de la libertad y la vida aquel que sabe cada día conquistarlas”. Manos a la obra.

En todo caso, el apoyo logístico de las ideas estatistas proviene del fanatismo, es decir la cerrazón mental y la tilinguería siempre superficial que centra su atención en lo banal que naturalmente altera prioridades como las que señalamos al abrir esta nota: poner la carreta delante de los caballos y mover todas las piezas para eliminar el déficit fiscal vía nuevos impuestos y deuda creciente en lugar de encoger el aparato estatal a su misión específica característica de un mundo civilizado. Hay muchos otros ejemplos de alterar prioridades pero en esta nota nos circunscribimos a lo dicho.

Por Alberto Benegas Lynch(h) Miembro del Consejo Académico del Instituto Amagi para la Libertad.

Originalmente publicado en: https://panampost.com/alberto-benegas-lynch/2023/09/09/corregir-el-deficit-fiscal-no-es-la-prioridad-absoluta/

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Herbert Spencer: Profeta libertario. Por Roderick Long https://institutoamagi.com.ar/herbert-spencer-profeta-libertario-por-roderick-long/ Fri, 01 Sep 2023 13:46:02 +0000 https://institutoamagi.com.ar/?p=1454 Herbert Spencer: Profeta libertario. Por Roderick Long Leer más »

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Los resúmenes de Spencer en los libros de texto son absurdos

n el momento de su muerte, hace un siglo, el teórico social inglés Herbert Spencer (1820-1903) era considerado uno de los pensadores más importantes de su época, un erudito de aprendizaje enciclopédico y enorme visión cuyas obras formaban parte habitual de los programas universitarios de filosofía y ciencias sociales. Hoy en día apenas se le lee y, aunque su nombre sigue siendo famoso, sus ideas reales son prácticamente desconocidas. Los libros de texto resumen a Spencer en unas pocas líneas como un «darwinista social» que predicaba que «el poder hace el bien» y abogaba por dejar morir de hambre a los pobres para eliminar a los no aptos, una descripción que probablemente no le haría ganar lectores.

El resumen del libro de texto es absurdo, por supuesto. Lejos de ser un defensor del «poder hace el bien», Spencer escribió que el «deseo de mandar es esencialmente un deseo bárbaro» porque «implica una apelación a la fuerza», que es «inconsistente con la primera ley de la moralidad» y «radicalmente errónea». Aunque Spencer se oponía a los programas de bienestar financiados con impuestos, apoyaba firmemente la caridad voluntaria, y de hecho dedicó diez capítulos de sus Principios de Ética a una discusión del deber de «beneficencia positiva».

Las teorías evolucionistas de Spencer precedieron en varios años a las de Darwin. Para Spencer, ni el orden físico ni el social requieren un diseño deliberado para su aparición; el lenguaje, por ejemplo, no fue el «plan astutamente ideado por un gobernante o un cuerpo de legisladores», ni la organización económica de la sociedad, sin la cual «una gran proporción de nosotros estaría muerta antes de que terminara otra semana», debe atribuirse a «la invención de nadie». » Más bien, el orden surge espontáneamente, a través de la operación de las leyes naturales; la civilización industrial surgió «no simplemente sin guía legislativa», sino «a pesar de los obstáculos legislativos», a través de los «esfuerzos individuales de los ciudadanos para satisfacer sus propias necesidades».

Los dos modos principales de organización social son el militante -que funciona mediante la cooperación obligatoria y se orienta hacia el conflicto violento- y el industrial -caracterizado por la cooperación voluntaria y el intercambio pacífico. El modo militante, sostenía Spencer, fue necesario en una determinada etapa de la historia humana, antes de que los seres humanos se hubieran adaptado plenamente a la existencia social; pero su época ha pasado. Puesto que «una sociedad en la que la vida, la libertad y la propiedad están aseguradas, y todos los intereses son justamente considerados, debe prosperar más que una en la que no lo están», cabe esperar que las presiones selectivas de la evolución social provoquen un cambio gradual hacia el modo industrial.

Sin embargo, el optimismo a largo plazo de Spencer se vio atenuado por un pesimismo a corto plazo; aunque la sociedad militante estaba destinada a dar paso a la sociedad industrial con el tiempo, inevitablemente habría retrocesos y desvíos temporales en el camino. Y Spencer creía que el mundo moderno, tras un largo periodo de liberalización, se dirigía precisamente hacia una fase retrógrada. Al observar un aumento del «imperialismo, la rebarbarización y la regimentación » , predijo la eventual culminación de esta tendencia en una «caída de la autopropiedad en la propiedad de la comunidad «. Al igual que muchos pensadores liberales clásicos de finales del siglo XIX, Spencer predijo proféticamente para el siglo venidero una sombría recaída en el colectivismo y la guerra.

En ética, Spencer descartó el debate entre egoísmo y altruismo, sosteniendo que los intereses humanos, correctamente entendidos, son tan interdependientes que uno no puede perseguir eficazmente su propio bienestar sin dar a las necesidades de los demás lo que les corresponde, y viceversa. La vida y la felicidad son los objetivos propios de un ser humano, pero éste sólo puede alcanzarlos «mediante el ejercicio de sus facultades», por lo que «debe ser libre para hacer aquellas cosas en las que consiste el ejercicio de las mismas». Pero como todos los seres humanos, según este argumento, tienen licencia moral para ejercer sus facultades, «entonces la libertad de cada uno debe estar limitada por la libertad similar de todos».

De ahí Spencer derivó una Ley de Igual Libertad: «Cada hombre tiene libertad para hacer todo lo que quiera, siempre que no infrinja la misma libertad de ningún otro hombre «. Concluyendo que «todo lo que implique mandato o todo lo que implique obediencia es malo » , Spencer procedió a deducir, a partir de la Ley de Igualdad de Libertad, la existencia de derechos a la libertad de expresión, prensa y religión; integridad corporal; propiedad privada; e intercambio comercial -prácticamente todo el menú político de los libertarios de hoy. Su teoría moral exige así el desplazamiento completo del modo militante de organización social por el industrial.

La ética spenceriana no se agota en la Ley de Igualdad de Libertad; la no interferencia es la esencia de la justicia, pero la ética comprende la beneficencia (siempre que sea voluntaria) además de la justicia. Sin embargo, Spencer insistió en que, puesto que la producción es lógicamente anterior a la distribución, la asistencia caritativa debe tener como objetivo ayudar a los necesitados a ser productivos en lugar de habituarlos a una condición de dependencia.

Spencer vivió en una época en la que la palabra «liberal» empezaba a cambiar de su significado clásico a su significado moderno. Mientras que los liberales anteriores habían tratado de promover el bienestar común «como un fin que se obtiene indirectamente mediante la relajación de las restricciones», los nuevos liberales tratan el bienestar común «como el fin que se obtiene directamente» y mediante «métodos intrínsecamente opuestos a los utilizados originalmente», es decir, aumentando las restricciones gubernamentales en lugar de relajarlas. Aunque los nuevos liberales, al igual que los antiguos, no «presumen de coaccionar a los hombres por su bien espiritual«, sin embargo se consideran «llamados a coaccionarlos por su bien material». «La mayoría de los que ahora se hacen pasar por liberales», concluyó Spencer, «son conservadores de un nuevo tipo».

A la réplica de que el Estado liberal, a diferencia de sus predecesores, está justificado en el empleo de métodos obligatorios porque sus edictos expresan la voluntad de la mayoría, Spencer respondió que una mayoría que impone su voluntad a una minoría viola tanto la Ley de Igualdad de Libertades como lo contrario; el «derecho divino de los parlamentos» no es menos una «superstición política» que el derecho divino de los reyes. Spencer admitió la necesidad del gobierno de la mayoría, pero sólo en aquellos asuntos que caen dentro de la jurisdicción de la mayoría. El propósito de unirse para formar una comunidad política es la protección de los derechos individuales; por lo tanto, las decisiones sobre los medios para este fin son competencia de la mayoría, pero las decisiones contrarias a este fin no lo son. La democracia moderna hace invisible la negativa individual del ciudadano a dar su consentimiento; cualquier cosa que el ciudadano diga o haga se ve a través de gafas del color del consentimiento, borrando la posibilidad de un no que signifique no.

Spencer veía el declive del liberalismo -su deterioro desde una doctrina de libertad individual a una doctrina de despotismo mayoritario- como parte de un retroceso general de la civilización moderna desde el industrialismo al militarismo. Para Spencer, existía una conexión íntima entre la guerra agresiva en el extranjero y la opresión política en casa; las «políticas internas y externas de una sociedad están… ligadas entre sí». Denunció el imperialismo europeo como una sucesión de «actos de sangre y rapiña» infligidos a «razas subyugadas» por «naciones supuestamente cristianas» Pero las políticas imperialistas son perjudiciales para la humanidad. » Pero las políticas imperialistas son perjudiciales tanto para los colonizadores como para los colonizados; la guerra desvía el capital de usos productivos a usos destructivos, despilfarrando así «el trabajo acumulado de generaciones», y como da a la economía nacional una ilusoria «apariencia de mayor fuerza», un estado de guerra anima a los políticos a imponer impuestos más altos que la economía no puede sostener en realidad.

La acción militar para promover el comercio internacional es un fraude: «El comercio es algo bastante simple que crecerá allí donde haya espacio para él. Pero, según los estadistas, debe ser creado por una maquinaria gigantesca y costosa «. De hecho, esas guerras no se libran para promover el bienestar económico de la gente común, sostenía Spencer, sino para beneficiar a poderosos intereses especiales, a «ricos propietarios» -los beneficiarios de privilegios y monopolios concedidos por el gobierno- a expensas de «la gente pobre, hambrienta y sobrecargada «.

Aunque admitía que la guerra es permisible como defensa propia, Spencer añadía que pocas guerras descritas como «defensivas» lo son realmente, y denunciaba a cualquier nación que «da a sus soldados el título eufemístico de ‘defensores de su país’, y luego los utiliza exclusivamente como invasores de otros países». Spencer se oponía así a las aventuras militares de su propia nación en Afganistán, India, Sudáfrica (la Guerra de los Boers) y otros lugares.

El expansionismo extranjero, enseñaba Spencer, trae consigo la tiranía nacional. Dado que «las naciones de Europa se están repartiendo entre sí partes de la tierra habitadas por pueblos inferiores, con cínica indiferencia hacia las reivindicaciones de estos pueblos», difícilmente puede esperarse que los gobiernos de estas naciones «tengan tan tierna consideración» por los derechos de sus propios ciudadanos. De hecho, «el ejercicio del dominio conlleva inevitablemente cierta forma de esclavitud para el propio amo», ya que «a menos que pretenda dejar escapar a su cautivo, éste debe seguir sujeto por la cuerda». Por lo tanto, la necesidad de mantener la subyugación de los pueblos extranjeros requiere inevitablemente una imposición cada vez mayor de restricciones también sobre los ciudadanos nacionales del Estado conquistador, hasta que «el ejército es simplemente la sociedad movilizada y la sociedad es el ejército en reposo». La tendencia a largo plazo de la sociedad a la esclavitud es a la esclavitud.

Aunque creía que la tendencia a largo plazo de la evolución social era hacia la sociedad industrial y, por tanto, hacia la paz, Spencer veía el futuro inmediato con desesperación, y cada vez más en sus últimos años. La inexorable tendencia a corto plazo de la civilización moderna, llegó a creer, es hacia una mayor centralización política, hiperregulación y militarismo; a medida que los gobiernos se hacen más poderosos, la cultura popular se hace más vulgar y brutal, y cada tendencia sirve para reforzar a la otra. Los pocos amantes de la paz y la libertad que quedan están condenados a la irrelevancia política, ya que la sociedad militante recupera el dominio en un futuro previsible.

En el momento de la muerte de Spencer, el número de libertarios estaba disminuyendo. Hoy, un siglo después, está creciendo. Los canales de información centralizados y jerárquicos de la élite política han sido sustituidos por Internet, la encarnación suprema de la interacción social voluntarista e «industrial». El Estado sigue regulando, regimentando y matando, pero en sus intersticios está brotando un modo de vida antitético.

Spencer veía sus voluminosos escritos como un amargo grito de protesta ante una derrota irresistible. Pero para quienes nos encontramos a principios del siglo XXI, pueden servir en cambio de inspiración en nuestra lucha por invertir la tendencia de la historia desde el modo militante al industrial.

Publicado originalmente por la FEE(Foundation for Economic Education): https://fee.org.es/articulos/herbert-spencer-profeta-libertario/

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«The offer» y el capitalismo. Por Carlos Rodriguez Braun https://institutoamagi.com.ar/the-offer-y-el-capitalismo-por-carlos-rodriguez-braun/ Thu, 03 Aug 2023 13:23:40 +0000 https://institutoamagi.com.ar/?p=1448 «The offer» y el capitalismo. Por Carlos Rodriguez Braun Leer más »

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Carlos Rodríguez Braun dice que la película «The Offer» ilustra los tremendos riesgos que asume la unidad fundamental del capitalismo, la empresa, al momento de emprender un proyecto, que en este caso terminó siendo un clásico del cine.

Los entretenidos diez capítulos de la serie «The offer«, creación de Michael Tolkin, que evocan la producción de la primera entrega de «El Padrino«, nos ilustran sobre qué es el capitalismo, justo al revés de lo que aseguran los creadores de la famosa película.

En efecto, el joven director, Francis Ford Coppola, subraya que la saga de los Corleone es «una metáfora del capitalismo norteamericano, del sueño americano». Lo que vemos en «The offer», sin embargo, no es eso. Lo que vemos es la unidad fundamental del capitalismo: una empresa.

La Paramount atravesaba a comienzos de los años 1970 una situación complicada, y los accionistas presionaban a la dirección para lograr mejores resultados de taquilla. Sabemos que la historia de «El Padrino» terminó siendo un éxito espectacular, pero al comienzo eso no estaba claro en absoluto, y «The offer» cuenta la arriesgada aventura del productor de la película, Albert S. Ruddy, y muestra que en varias oportunidades todo estuvo a punto de irse al garete. Eso es el capitalismo, porque las empresas crean riqueza y empleo porque arriesgan recursos escasos en un contexto de incertidumbre en busca de un apoyo de la sociedad que a veces logran y a veces no. Emiliano Basile acertó en Escribiendocine al destacar que la serie revela el papel crucial de los productores: «No por nada el Oscar a la mejor película aún lo reciben los productores y no el director».

Vemos todo el rato a personajes del mundo empresarial, discutiendo enérgicamente sobre las posibilidades de una película sobre mafiosos, y dudando sobre su posible impacto, después del fracaso reciente de varios filmes sobre gángsters. El personaje central es el directivo Ruddy, que también produce la serie: «nadie parece correr más riesgos que él», apuntó Brian Lowry en CNN, mientras que Adrian Horton escribió en el Guardian: «la serie trata en última instancia de la heroica resistencia de Ruddy como productor».

Los entusiastas de «El Padrino», como quien esto escribe, podemos disfrutar de la serie, como disfrutamos de una gran película que terminó encariñándonos con unos asesinos (véase: Charlas con #UstedSeñora “El Padrino cumple 50 años”, https://bit.ly/3IVdWrB). Pero no se trata de una metáfora del capitalismo sino de cómo pueden talentosos artistas atacar no a la mafia sino al capitalismo, que les da honrada y a menudo copiosamente de comer.

Este artículo fue publicado originalmente en La Razón (España) el 26 de julio de 2023.

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¿Se viene el Apocalipsis climático? La respuesta liberal frente a la alarmista agenda progresista. Por Instituto Amagi para la Libertad https://institutoamagi.com.ar/se-viene-el-apocalipsis-climatico-la-respuesta-liberal-frente-a-la-alarmista-agenda-progresista-por-instituto-amagi-para-la-libertad/ Tue, 25 Jul 2023 15:34:59 +0000 https://institutoamagi.com.ar/?p=1446 ¿Se viene el Apocalipsis climático? La respuesta liberal frente a la alarmista agenda progresista. Por Instituto Amagi para la Libertad Leer más »

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La perspectiva liberal sobre el medio ambiente

La perspectiva liberal respecto del medio ambiente puede decirse que nace como una respuesta a la forma tradicional de lidiar con las externalidades negativas que genera la actividad humana en el medio ambiente.

Normalmente la propuesta de los economistas es recurrir a los llamados impuestos pigouvianos, es decir impuestos que se aplican sobre quien genera la actividad contaminadora para desincentivar el accionar lesivo del medio ambiente.

Frente a esto nacen dos perspectivas que pretenden ser superadoras del enfoque anterior y, al menos en un caso, también ser más respetuosas de los derechos individuales. Nos referimos por un lado al enfoque del análisis económico del derecho de Ronald Coase, según el cual en ausencia de costos de transacción, las partes llegarían a acuerdos mutuamente satisfactorios para internalizar los costos de las externalidades negativas. Bajo esta perspectiva, sin importar a quien se asignara el derecho, el recurso sería destinado a su uso más valioso.
Por el otro nos encontramos con el enfoque de Murray Rothbard anclado en una perspectiva lockeana del derecho natural y la adquisición de propiedad. En esta perspectiva el cómo se delimitan los derechos de propiedad es fundamental y los derechos correctamente configurados que respeten los criterios de adquisición se consideran absolutos y no son susceptibles de ser analizados bajo criterios de eficiencia económica a nivel social, como en principio podría permitir el enfoque de Coase Los que dicen que el capitalismo es enemigo del Medio Ambiente no destruyen el capitalismo: destruyen el planeta

Con estos marcos analíticos presentes, nos enfrentamos hoy a una agenda política ¨progresista¨ que bajo la excusa de un catastrofismo climático inminente propone la reestructuración completa de nuestras vidas no sólo a nivel de la clase de fuentes de energía que deberíamos usar, sino también de aspectos tan básicos de nuestras vidas como nuestra manera de comer o de reproducirnos. Con los datos más fidedignos y significativos que tenemos a nuestra disposición evaluaremos la (supuesta) veracidad de estos escenarios apocalípticos y la eficacia de las políticas públicas ambientales implementadas a nivel global.

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Planificación estatal vs. proceso de mercado. Por Alberto Benegas Lynch(h) https://institutoamagi.com.ar/planificacion-estatal-vs-proceso-de-mercado-por-alberto-benegas-lynchh/ Sun, 04 Jun 2023 21:22:35 +0000 https://institutoamagi.com.ar/?p=1433 Planificación estatal vs. proceso de mercado. Por Alberto Benegas Lynch(h) Leer más »

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El mercado no es un lugar ni una cosa, el mercado somos todos. Por eso, aquellos que la emprenden contra el mercado, sin percatarse la emprenden contra la gente

Resulta muy relevante percatarse del orden que presenta la libertad y el desorden a que conduce la prepotencia de los megalómanos del aparato estatal. En este contexto antes he citado al periodista John Stossel que ilustra magníficamente la idea con un trozo de carne envuelto en celofán en la góndola de un supermercado. Stossel nos invita a cerrar los ojos e imaginarnos todos los procesos en regresión desde los agrimensores calculando espacios en los campos, los alambrados, los postes, los fertilizantes, los plaguicidas, los tractores, las cosechadoras, los caballos, las riendas y monturas, los peones en medio de cartas de crédito, bancos, transportes y las fábricas para construir esos medios de transporte, etc, etc. Hay cientos de miles de personas cooperando entre sí solo interesadas en lo que hacen en el spot pero vía el mecanismo de precios coordinan sus actividades que a veces como nos dice Michael Polanyi ni siquiera las pueden explicitar puesto que se trata de “conocimiento tácito” y, sin embargo contribuyen a formar un proceso de información dispersa y fraccionada que permite lograr objetivos de producción.

Pero luego enfatiza Stossel arriban los planificadores de sociedades que dicen que no puede dejarse las cosas a la anarquía del mercado e intervienen con precios controlados y otras sandeces, lo cual conduce a que desaparezca el celofán, el trozo de carne, la góndola y eventualmente el supermercado. Es lo que el premio Nobel en economía Friedrich Hayek ha bautizado como “la arrogancia fatal”. Y tengamos en cuenta que el mercado no es un lugar ni una cosa, el mercado somos todos, el sacerdote cuando compra su sotana, cuanto tomamos un taxi, cuando adquirimos ropa, medicamentos o lectura, el cirujano cuando opera, el verdulero cuando vende, el que opera con un celular y así sucesivamente.

Es alarmante la ignorancia supina que ponen de manifiesto aquellos que la emprenden contra el mercado sin percatarse que la emprenden contra la gente pues, como queda dicho, de eso se trata. Al vociferar que debe contradecirse el mercado se está diciendo que hay que contradecir las preferencias de la gente en pos de los caprichos de quienes se ubican en el trono del poder político que en lugar de dar paso a información fraccionada y dispersa optan por la concentración de ignorancia con los resultados nefastos y caóticos por todos conocidos.

Afortunadamente han existido y existen autores notables que enriquecen la tradición de pensamiento liberal, principalmente desde la Roma republicana del derecho, el common law, la Escolástica Tardía o Escuela de Salamanca, Grotius, Richard Hooker, Pufendorf, Sidney y Locke, la Escuela Escocesa, la siempre fértil e inspiradora Escuela Austríaca, la rama del Public Choice y tantos pensadores de fuste que alimentan al liberalismo, constantemente en ebullición y que en toda ocasión tiene presente que el conocimiento es provisorio sujeto a refutación según la valiosa mirada popperiana.

Nullius in verba -el lema de la Royal Society de Londres que tantas veces cito- puede tomarse como un magnífico resumen de la perspectiva liberal, no hay palabras finales, lo cual no significa adherir al relativismo epistemológico, ni cultural, ni hermenéutico ni ético ya que la verdad -el correlato entre el juicio y lo juzgado- es independiente de las respectivas opiniones, de lo contrario no solo habría la contradicción de que suscribir el relativismo convierte esa misma aseveración en relativa, sino que nada habría que investigar en la ciencia la cual se transformaría en un sinsentido.

También es de gran relevancia entender que el ser humano no se limita a kilos de protoplasma sino que posee estados de conciencia, mente o psique por lo que tiene sentido la libertad, sin la cual no habría tal cosa como proposiciones verdaderas o falsas, ideas autogeneradas, la posibilidad de revisar los propios juicios, la responsabilidad individual, la racionalidad, la argumentación y la moral.

Los aportes de liberales, especialmente en el campo de la economía y el derecho han sido notables pero hay un aspecto que podría reconocerse como el corazón mismo del espíritu liberal que consiste en los procesos evolutivos debidos a las faenas de millones de personas que operan cada uno en su minúsculo campo de acción cuyas interacciones producen resultados extraordinarios que no son consecuencia de ninguna acción individual puesto que el conocimiento está fraccionado y es disperso.

En otros términos, la ilimitada soberbia de planificadores hace que no se percaten de la concentración de ignorancia que generan al intentar controlar y dirigir vidas y haciendas ajenas. Uno de los efectos de esta arrogancia supina deriva de que al distorsionar los precios relativos, afectan los únicos indicadores con que cuenta el mercado para operar y, a su vez, desdibuja la contabilidad y la evaluación de proyectos que inexorablemente se traduce en consumo de capital y, por ende, en la disminución de salarios e ingresos en términos reales. Y como apunta Thomas Sowell, el tema no estriba en contar con ordenadores con gran capacidad de memoria puesto que la información no está disponible ex ante la correspondiente acción.

Lorenzo Infantino –el célebre profesor de metodología en Roma y muy eficaz difusor de la tradición de la Escuela Austríaca- expone el antedicho corazón del espíritu liberal y lo desmenuza con una pluma excepcional y un provechoso andamiaje conceptual (para beneficio de los hispanoparlantes, con la ayuda de la magistral traducción de Juan Marcos de la Fuente). Las obras más conocidas de Infantino son Ignorancia y libertad, Orden sin plan y la suculenta Individualismo, mercado e historia de las ideas. Libros a la altura de los jugosos escritos del excelente jurista Bruno Leoni que pone de manifiesto que el derecho es un proceso de descubrimiento y no de diseño o ingeniería social y de los trabajos del muy prolífico, original y sofisticado Anthony de Jasay quien, entre otras cosas, se ocupa de contradecir los esquemas inherentes a los bienes públicos, free riders, asimetría de la información y el dilema del prisionero.

Tiene sus bemoles la pretensión de hacer justicia a un autor en una nota periodística, pero de todos modos transcribo algunos de los pensamientos de Infantino como una telegráfica introducción que a vuelapluma pretende ofrecer un pantallazo de la raíz y del tronco central de la noble tradición liberal.

Explica de modo sumamente didáctico los errores de apreciación a que conduce el apartarse del individualismo metodológico e insistir en hipóstasis que no permiten ver la conducta de las personas y ocultarlas tras bultos que no tienen vida propia como “la sociedad”, “la gente” y afirmaciones tragicómicas como “la nación quiere” o “el pueblo demanda”.

Desarrolla la idea de Benjamin Constant de la libertad en los antiguos y en los modernos, al efecto de diferenciar la simple participación de las personas en el acto electoral y similares respecto de la santidad de las autonomías individuales a través de ejemplos históricos de gran relevancia. Infantino se basa y en gran medida desarrolla las intuiciones de Mandeville y Adam Smith en los dos libros mencionados de aquél autor.

Asimismo, el autor de marras se detiene a explicar los peligros de la razón constructivista (el abuso de la razón) para apoyarse en la razón crítica. Muestra, entre otras, las tremendas falencias y desaciertos de Comte , Hegel y Marx en la construcción de los aparatos estatales totalitarios, al tiempo que alude a la falsificación de la democracia (en verdad, cleptocracia). En este último sentido, dado que el antes referido Hayek sostiene en las primeras doce líneas de la edición original de su Law, Legislation and Liberty que hasta el momento los esfuerzos del liberalismo para ponerle bridas al Leviatán han resultado en un completo fracaso, entonces se hace necesario introducir nuevos límites al poder y no esperar con los brazos cruzados la completa demolición de la libertad y la democracia en una carrera desenfrenada hacia el suicido colectivo.

En este sentido, como ya he escrito en otras oportunidades, para hacer trabajar las neuronas y salirnos de lo convencional, al efecto de limitar el poder hay que prestarle atención a las sugerencia del propio Hayek para el Legislativo, de Leoni para el Judicial y aplicar la receta de Montesquieu para el Ejecutivo, es decir, que el método del sorteo “está en la índole de la democracia”. Mirado de cerca esto último hace que los incentivos sobre cuya importancia enfatizan Coase, Demsetz y North trabajen en dirección a que se establezcan límites estrictos para proteger las vidas, propiedades y libertades de cada uno ya que cualquiera puede gobernar. Además habría que repasar los argumentos de Randolph y Gerry en la asamblea constituyente estadounidense en favor del Triunvirato.

Infantino recorre los temas esenciales que giran en torno a los daños que produce la presunción del conocimiento de los megalómanos que arremeten contra los derechos individuales alegando pseudo derechos o aspiraciones de deseos que de contrabando se pretenden aplicar vía la guillotina horizontal bajo la destructiva manía del igualitarismo.

Lamentablemente, como ha subrayado Hayek, los fenómenos complejos de las ciencias sociales son contraintuitivos, debe escarbarse en distintas direcciones de la historia, la filosofía, la economía y el derecho para llegar a conclusiones acertadas, como decía el decimonónico Bastiat hurgar en “lo que se ve y lo que no se ve”.

A través de la educación de los fundamentos de los valores y principios de la sociedad abierta se corre el eje del debate para que, en esta instancia del proceso de evolución cultural, los políticos se vean obligados a recurrir a la articulación de discursos distintos, mientras se llevan a cabo debates que apuntan en otras direcciones al efecto de preservar de una mejor manera las aludidas autonomías individuales y escapar de la antiutopía orwelliana del gran hermano y, peor aún, a la de Huxley -sobre todo en la versión revisitada- donde las personas piden ser esclavizadas.

Tal vez podamos poner en una cápsula el pensamiento de Infantino con una frase de su autoría: “Cuando renunciamos a las instituciones de la libertad y nos entregamos a la presunta omnisciencia de alguien, cubre su totalidad la escala de la degradación y la bestialidad”.

Alberto Benegas Lynch(h) es miembro del Consejo Académico del Instituto Amagi para la Libertad.

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La inconveniencia de la pauta oficial. Por Alberto Benegas Lynch(h) https://institutoamagi.com.ar/la-inconveniencia-de-la-pauta-oficial-por-alberto-benegas-lynchh/ Wed, 10 May 2023 13:32:11 +0000 https://institutoamagi.com.ar/?p=1423 La inconveniencia de la pauta oficial. Por Alberto Benegas Lynch(h) Leer más »

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10 de mayo de 2023

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Alberto Benegas Lynch (h)

Hace un tiempo, un diplomático retirado organizaba como dueño de casa reuniones en torno a una mesa muy bien servida a efectos de debatir sobre diversos temas de actualidad. Además de los aspectos gastronómicos atractivos, al contrario de lo que suele ocurrir en reuniones sociales, donde el tartamudeo es habitual, en este caso la condición era que cada uno hablara brevemente por riguroso turno sin interrupciones. En uno de esos encuentros el tema fue la libertad de prensa, oportunidad en que un destacado editor de un diario de nuestro medio se quejó amargamente sobre lo que, estimaba, era una discriminación inaudita a su periódico por parte de la agencia oficial de noticias.

Cuando me tocó el uso de la palabra, manifesté que el tema no consiste en criticar la habitual distribución de la pauta oficial por razones políticas, sino en eliminar Télam, entidad de raigambre fascista creada por Perón en 1945 para domesticar al periodismo independiente (una redundancia, pero dado lo que venimos consignando vale el pleonasmo). Afortunadamente, en esa ocasión mutó la conversación en línea con la liquidación de entidades de esa naturaleza para navegar en un sistema compatible con una sociedad libre, lo cual fue, entre otros comensales, también suscripto por otro conocido periodista presente.

En este contexto, igual que ocurre en los países civilizados, cuando el gobierno tiene algo que decir lo hace público en el Boletín Oficial y vía conferencia de prensa o se opta por la tercerización. La libertad de prensa constituye una garantía fundamental en el sistema republicano, donde se apunta a la estricta limitación al poder. La crítica al poder político es parte medular de la sociedad libre, junto con todo lo que el opinante considere que debe ventilarse. Lo contrario, la cerrazón decretada por los mandones del momento, es característico del espíritu totalitario. La protección al cuarto poder resulta vital también para aprender en el curso de debates abiertos, ya que, como nos ha enseñado Karl Popper, el conocimiento tiene la característica de la corroboración provisoria. Por eso es tan ilustrativo del lema de la Royal Society de Londres: nullius in verba: no hay palabras finales.

En nuestro medio viene ocurriendo un proceso de suma gravedad que afecta de lleno a la libertad de prensa. Como es sabido, en un ámbito de libertad cada propietario hace lo que estime pertinente en su espacio sin que medie regulación de ninguna naturaleza que pretenda administrar lo que pertenece a cada cual. Pero hoy hay medios que aparecen camuflados como privados aunque al ser alimentados por pautas publicitarias colosales son, en verdad, estatales, con lo cual lo que hacen y deshacen se torna en censuras, con el disfraz de “privado” para contar con la facultad de dejar sin efecto programas y voces en nombre del derecho de propiedad. Es una grosera cosmética que apunta a disimular el ataque a la libertad de prensa.

Cabe subrayar que debieran liquidarse todos los medios radiofónicos, televisivos y gráficos pertenecientes al Gobierno, puesto que, además, implican un derroche de los siempre escasos recursos, como ocurre en todas las mal llamadas “empresas estatales”, una contradicción en los términos, puesto que una empresa supone asumir riesgos con el propio patrimonio, y no a la fuerza con el de otro, que necesariamente se destina a fines distintos de los que habría elegido la gente si hubiera tenido la oportunidad de disponer del fruto de su trabajo. Decimos además, puesto que en el caso que nos ocupa se lesiona la libertad de prensa, convirtiéndola en un mecanismo de control político para atender los caprichos de quienes ocupan cargos en monopolio de la fuerza.

Todos los políticos inescrupulosos se hacen de estas herramientas estatistas para alentar sus campañas electorales y transmitir apoyos que de otro modo no tendrían. Son caraduras que mantienen una supuesta parla republicana y, tras bambalinas, arremeten contra todo vestigio de decencia y limitación al poder en una andanada a contramano de la libertad de prensa.

No caigamos en el consabido error garrafal de sostener que no se puede privatizar. En mi libro Maldita coyuntura –donde sugiero debates de fondo y no meras descripciones circunstanciales– transcribo un texto extraordinario de los marxistas de la revuelta del mayo francés, escrito en grafiti por todos lados: “Seamos realistas, pidamos lo imposible”. Y las izquierdas, en verdad, son realistas, puesto que de tanto pechar con sus ideas logran marcar agendas, al contrario de lo que hacen no pocos de los supuestos defensores de la libertad, que son timoratos y se adaptan a lo “políticamente correcto”, con lo que se pierde la batalla cultural.

Afortunadamente pasaron los tiempos del Index Expurgatorius, en el que papas pretendían restringir lecturas de libros, pero hoy irrumpen en la escena comisarios que limitan o prohíben, lo cual, al decir del decimonónico Richard Cobden, en última instancia “son impuestos al conocimiento”. La formidable invención de la imprenta por Pi Sheng en China y la contribución extraordinaria de Gutenberg no han sido del todo aprovechadas, sino que, a través de los tiempos, se han interpuesto cortapisas de diverso tenor y magnitud, pero en estos momentos han florecido (si esa fuera la palabra adecuada) megalómanos que arremeten con fuerza contra el periodismo.

Esto ocurre debido a la presunción del conocimiento de gobernantes que, sin vestigio alguno de modestia y a diferencia de lo sugerido por Einstein en cuanto a que “todos somos ignorantes, solo que en temas distintos”, se autoproclaman sabedores de todo cuanto ocurre en el planeta, y se explayan en vehementes consejos a obligados, obsecuentes y serviles escuchas en imparables verborragias.

En una sociedad libre no hay “delitos de prensa”; hay delitos, del mismo modo que no hay delito de pistola o delito de cuchillo, sino que se puede cometer delito vía estas armas, el delito eventualmente puede cometerse a través de la prensa, como cuando se hace la apología del delito, por ejemplo, invitando a que “se asesine a los rubios”, lo cual abre la posibilidad a que algún rubio acuda a la Justicia en su resguardo, la que se pronunciará sobre el caso o las calumnias, agravios e injurias que los estrados judiciales estimen punibles. En parte, es lo que se conoce como la controvertida y a veces manipulada “doctrina de la real malicia” iniciada en Estados Unidos (real malice) con el caso New York Times vs. Sullivan en 1964, figura incorporada por la Corte Suprema de Justicia argentina con suerte dispar. El contrapoder o Poder Judicial en un sistema republicano tiene siempre la última palabra.

Viene muy al caso reproducir una cita de la obra clásica de John Bury, Historia de la libertad de pensamiento: “El mundo mental del hombre corriente se compone de creencias aceptadas sin crítica y a las cuales se aferra firmemente […] Las opiniones nuevas son consideradas tan peligrosas como molestas, y cualquiera que hace preguntas inconvenientes sobre el porqué y el para qué de principios aceptados es considerado un elemento pernicioso”.

El autor completó dos doctorados, es docente y miembro de tres academias nacionales

Alberto Benegas Lynch (h)

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Inflación monetaria: la trampa de la banca central. Por Alberto Benegas Lynch(h) https://institutoamagi.com.ar/inflacion-monetaria-la-trampa-de-la-banca-central-por-alberto-benegas-lynchh/ Fri, 21 Apr 2023 13:39:47 +0000 https://institutoamagi.com.ar/?p=1418 Inflación monetaria: la trampa de la banca central. Por Alberto Benegas Lynch(h) Leer más »

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En política necesariamente se renuncia a lo ideal para poder ejecutar lo que resulta posible. Esto para nada significa abandonar la mejor meta en beneficio de lo que desconoce la excelencia.

La primera vez que publiqué un escrito sobre la imperiosa necesidad de eliminar el Banco Central fue hace cuarenta años, en Fundamentos de análisis económico, que lleva prólogo del premio Nobel en Economía F. A. Hayek y prefacio del exsecretario del Tesoro de los EE. UU. William E. Simon. Desde entonces vengo machacando sobre el mismo asunto, ya que la llamada “autoridad monetaria” solo puede operar en una de tres direcciones: expandir, contraer o dejar inalterada la base monetaria. Cualquiera de esos caminos inexorablemente altera los precios relativos, que son los únicos indicadores para asignar los siempre escasos recursos.

Si se mantiene que la banca central debe ser independiente, Milton Friedman –otro premio Nobel de Economía– señaló que el resultado será el deterioro independiente de los precios, de allí es que este autor concluye que “el dinero es demasiado importante como para dejarlo en manos de banqueros centrales”. Lo mismo sostiene Hayek, quien agrega que “nos demoramos doscientos años en percatarnos del error y el horror de atar la religión al poder político, es de desear que no nos demoremos otro tanto en darnos cuenta del error y el horror de atar la moneda al gobierno”.

Ahora observamos con satisfacción que en nuestro medio irrumpe un sustancioso debate sobre lo que se ha dado en denominar “dolarización”, aunque entre sus patrocinadores se destaca que se trata de abolir la banca central y el curso forzoso para que la gente elija el activo monetario de su preferencia, por lo cual se conjetura que en un primer paso la inclinación será por el dólar, por ser la divisa más familiar.

En otra oportunidad aludí a mi propuesta en seis etapas influido por colegas con quienes he mantenido repetidas conversaciones, como Adrián Ravier, Javier Milei, Emilio Ocampo, Jorge Ávila, Julio Elias, Alfredo Romano y otros, lo cual no significa comprometer sus opiniones en el esquema que sigue ni el caso extremo que describiré a continuación. Tampoco sugiero desconocer sus propias propuestas. Todo debe ser debatido. Mi sugerencia en aquel entonces se resumió en la siguiente cápsula en seis pasos: 1) Entrega de dólares a los tenedores de pesos (base monetaria) que incluye la venta de oro, lo cual resultará en la ratio que corresponda a esta relación, la cual podrá modificarse, por ejemplo, por la entrada de dólares en circulación de poseedores fuera del circuito o en el exterior. 2) Sustituir títulos y pases por bonos con jurisdicción estadounidense en dólares a la tasa de mercado. 3) Convertir todo el sistema bancario al offshore (Luxemburgo, Singapur, etc.) al efecto de que las instituciones financieras operen de acuerdo con la conveniencia de sus clientes. 4) Abrogar toda la legislación que se oponga a lo dicho (ley penal cambiaria et al). 5) Consecuente liquidación de la banca central y el curso forzoso. 6) Elección por parte del gobierno de la moneda en la cual se pagarán impuestos y equivalentes.

Tengamos en cuenta que, para los avatares extremos que expondré a continuación, es pertinente analizar lo que Harold Demsetz bautizó en 1969 como la falacia de Nirvana, que es tomada de Shakespeare cuando el Duque de Albany le dice al Rey Lear: “Agitándonos para alcanzar lo mejor, a menudo estropeamos lo bueno”. Es decir, en política necesariamente se renuncia a lo ideal para poder ejecutar lo que resulta posible. Esto para nada significa abandonar la mejor meta en beneficio de lo que desconoce la excelencia. Más aún, resulta absolutamente indispensable subir la vara al máximo, lo cual es faena de los intelectuales al efecto de modificar la parla de los políticos.

Vamos ahora al caso extremo en el que desmenuzo la situación en la que no resultara políticamente posible ninguna de las otras vías de reforma sensata por incomprensión del problema, por lo que sugiero que se proceda a la eliminación del curso forzoso y a la liquidación de la banca central en otro contexto. En este caso pueden presentarse dos posibilidades muy extremas que pueden considerarse absurdas, pero sirven para ilustrar el asunto que tenemos entre manos. Que el patrimonio neto refleje un valor mínimo, digamos de un dólar, en cuyo caso el rescate de la base monetaria será a un tipo de cambio colmado de ceros y fracciones infinitesimales, lo cual hace conjeturar que nadie convertirá, por lo que se aplicará ese patrimonio exiguo a rentas generales. La otra posibilidad extrema es que el patrimonio neto sea negativo, en cuyo caso se declara la quiebra.

Pasemos entonces al tema medular de la inmensa bola de títulos como pasivo remunerado junto a la base monetaria frente a lo cual puede seguirse uno de dos caminos: o se le va reduciendo paulatinamente la tasa hasta llegar a cero al efecto de permitir la adecuación de los plazos fijos en los bancos o se recurre a un último y nuevo préstamo global, para atender esos reclamos de los depositantes. En este cuadro de situación debe tenerse muy en cuenta la visibilización de millones de dólares provenientes tanto de la plaza local como del extranjero, hoy defendidos de las garras del Leviatán, pero que volverán a circular en vista de la claridad de objetivos monetarios acompañados por reformas de fondo laborales, previsionales, institucionales y de comercio exterior. A esto deben agregarse las múltiples nuevas inversiones que serán atraídas por el clima civilizado de normas creíbles y duraderas de respeto recíproco. En estas circunstancias, la relación dólar/peso resultará del mercado con los dólares que ingresen al circuito y en vista de que no habrá más emisión de pesos.

En cualquier caso, es indispensable acompañar alguna de estas dos opciones por reformas bancarias para implantar el sistema de free banking o la reserva total, pero dejar sin efecto el sistema vigente de reserva fraccional y así anular la producción secundaria de dinero exógena, para lo cual pueden adoptarse los diversos canales propuestos que son de público conocimiento.

De más está decir que para poder proceder a una reforma monetaria en cualquiera de las instancias que quedan aquí reflejadas resulta indispensable despejar pesadas telarañas mentales en cuanto a un cuarteto clave. Uno, que la inflación “es multicausal”, sin percatarse de que se trata de expansiones exógenas al mercado, es decir, provocadas por razones políticas. Dos, que la inflación se debe a “expectativas” sin percatarse de que por más expectativas no ocurre el fenómeno de la distorsión de precios si no hay convalidación por expansiones exógenas previas. Tres, que la inflación se debe a “costos que inciden en otros bienes y servicios” como, por ejemplo, el petróleo, sin percatarse de que si se incrementa ese precio el consumidor tiene dos opciones: o sigue consumiendo la misma cantidad de petróleo y sus derivados, con lo que disminuirá el consumo en otros bienes y servicios o de lo contrario reducirá su consumo petrolero para poder continuar con el mismo ritmo de consumo en los otros sectores. Y cuatro, que le inflación puede ser importada, lo cual muestra no entender el rol del tipo de cambio libre.

Todo esto va para los clásicos “nosepuedistas” que reiteran que las ideas innovadoras que operan en direcciones distintas del statu quo no pueden ejecutarse… Si por ellos fuera, seguiríamos en las cuevas, ya que todo lo novedoso debería descartarse. En esos casos está presente la falacia ad populum: si todos lo hacen está bien, si nadie lo hace está mal.

Este artículo fue publicado inicialmente en La Nación

Alberto Benegas Lynch completó dos doctorados, es Doctor en Economía y también Doctor en Ciencias de Dirección, es autor de 27 libros y miembro de las Academias Nacionales de Ciencias Económicas y de Ciencias de Argentina. Miembro del Consejo Académico del Instituto Amagi para la Libertad

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Latinoamérica debe redescubrir la tradición hispana de la libertad. Por Daniel Raisbeck https://institutoamagi.com.ar/latinoamerica-debe-redescubrir-la-tradicion-hispana-de-la-libertad-por-daniel-raisbeck/ Thu, 06 Apr 2023 15:19:55 +0000 https://institutoamagi.com.ar/?p=1415 Latinoamérica debe redescubrir la tradición hispana de la libertad. Por Daniel Raisbeck Leer más »

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Ni el corporativismo al estilo de Perón ni el socialismo cristiano han permitido la innovación y la prosperidad en América Latina.

¿Por qué yace la mayor parte de Latinoamérica en el subdesarrollo? Según el economista Edmund S. Phelps y el profesor de derecho Juan Vicente Solá, una cultura prevalente del corporativismo aflige a la región. La desconfianza frente a las fuerzas del mercado deja a “un número limitado de empresas dominantes (que) negocian la repartición de los recursos públicos con agencias estatales y sindicatos”. 

Los pocos beneficiarios del sistema- políticos, líderes sindicales y los dirigentes de sectores protegidos de la economía- justifican sus privilegios al acudir a nebulosos conceptos colectivistas, por ejemplo “la armonía social” o “la unidad nacional”. Esto coarta la iniciativa individual, la innovación en el sector privado y la libre competencia. El resultado son bajos niveles de creación de riqueza y empleos, al igual que una mínima libertad de elegir en el mercado para el consumidor.

Phelps y Solá presentan al caudillo argentino Juan Domingo Perón como el arquetipo del autócrata anti-individualista suramericano. Al nacionalizar industrias, extender el control estatal sobre grandes segmentos de la economía y reprimir la libertad individual, Perón usó métodos brutales, aunque siempre en nombre de la solidaridad. La influencia de su política “anti-egoísta” trascendió las fronteras de Argentina; en varios países de la región surgieron tiranos- usualmente militares- con ansias por usar sus métodos corporativistas. Entre otros, Gustavo Rojas Pinilla en Colombia, Juan Velasco Alvarado en Perú y hasta Hugo Chávez en Venezuela, copiaron el estilo y la sustancia de Perón.

Si la única alternativa local al “Socialismo del Siglo XXI” fuera el corporativismo autoritario de Perón, el futuro de Latinoamérica sería inequívocamente sombrío. A la vez, la migración masiva desde la región a Estados Unidos introduciría a ese país una mentalidad colectivista opuesta a la filosofía de gobierno limitado de los fundadores. Por fortuna, sin embargo, existe un legado paralelo de libertad, individualismo y el respeto por los derechos de propiedad en el mundo hispano. Esta herencia cultural, la cual el jurista Leonard Liggio llamó “la tradición hispana de la libertad”, ha sido olvidada en gran medida. Pero ha producido resultados extraordinarios en el pasado.

Perón, por ejemplo, encontró más que suficiente riqueza para redistribuir en Argentina porque el país era uno de los más prósperos del mundo al inicio del siglo XX. Según Edward L. Glaeser, Rafael Di Tella y Lucas Llach, los autores de un estudio del 2018 publicado en el Latin American Economic Review, en 1913 Argentina “era más rica que Francia o Alemania, casi duplicaba la prosperidad de España y su PIB per cápita por poco igualaba el de Canadá”. La fuente de tal creación de riqueza era la constitución argentina de 1853. Esta declaró inviolable la propiedad privada, prohibió la expropiación, promovió la inmigración y permitió la libre circulación de bienes entre provincias federadas. También abolió la esclavitud y estableció la libertad de culto y de prensa. 

Los constituyentes argentinos, quienes buscaban crear una república tras la caída del dictador Juan Manuel de Rosas, se inspiraron en las Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina, texto publicado en 1852. Su autor era el liberal clásico y polímata Juan Bautista Alberdi, quien observó que la generación que había ganado la independencia contra España preciaba la gloria militar sobre todas las cosas. Por ello desdeñaba el comercio y los lujos mientras anhelaba el ideal espartano de una casta marcial heroica, austera e indiferente hacia los deseos materiales o las influencias foráneas. Aunque elevados, dichos principios no mejoraban las condiciones materiales ni el “estado oscuro y subalterno” en que se encontraban las nuevas repúblicas.

Alberdi argumentó que Argentina y las demás repúblicas suramericanas requerían “la inmigración libre, la libertad de comercio, los caminos de fierro (y) la industria sin trabas”. Para cumplir el potencial de la independencia, era indispensable dejar prosperar al mercader, “dar pobladores” a países desiertos y suprimir las distancias entre regiones aisladas con vías férreas y fluviales. Alberdi persuadió a los argentinos de que su constitución debía valorar la práctica más que la teoría y abordar las necesidades inmediatas de Argentina, no abstracciones atemporales o las condiciones de países europeos con muchos siglos de desarrollo previo. 

Posteriormente, la inmigración a gran escala demostró el tremendo éxito del proyecto político y económico de Alberdi, el cual convirtió a Argentina en una potencia mundial en cuanto las exportaciones agrícolas. Según la economista Blanca Sánchez-Alonso, Argentina recibió 3.8 millones de inmigrantes en términos netos entre 1881 y 1930, situándose detrás sólo de Estados Unidos y Canadá como destino migratorio en América. Como escribe el periodista Marcelo Duclos, muchos migrantes del Viejo Mundo decidieron partir hacia Nueva York o hacia Buenos Aires “exclusivamente por el horario de salida de los barcos”. 

Al final de este período, Perón y sus seguidores atacaron los fundamentos del liberalismo clásico de Alberdi para imponer su modelo de corporativismo autocrático. Como escribe Alejandro Herrero, profesor en la Universidad Nacional de Lanús, Argentina, los teóricos peronistas denunciaron el “individualismo egoísta” de la constitución de 1853 porque, según ellos, “lesionó la tradición cristiana de los argentinos”. Aunque el segundo artículo de la constitución mandaba sostener el culto católico apostólico romano, los peronistas criticaron su elemento “ateísta”. Peor aún, sostuvieron que la constitución estaba colmada de las doctrinas económicas materialistas de la Escuela de Manchester, cuyos miembros defendieron el libre intercambio en la Gran Bretaña del siglo XIX. Al cambiar la constitución en 1949, los peronistas buscaron restaurar el legado cristiano del país al ligar “al individuo a la sociedad”, lo cual significó restringir incrementalmente las libertades económicas y personales.  

En Argentina, los colectivistas usaron una fachada religiosa para anular las políticas del liberalismo clásico, las cuales habían generado un gran éxito económico. Esto, sin embargo, no sólo sucedió en dicho país. En Colombia, los gobiernos de la mitad del siglo XIX eliminaron el monopolio estatal sobre la industria del tabaco, abolieron la esclavitud, se deshicieron de requisitos académicos para practicar toda profesión menos la medicina, introdujeron la libertad plena de culto y expresión (al tumbar las leyes de difamación) y descentralizaron radicalmente el recaudo de impuestos. Como escribió el historiador David Bushnell en su libro Colombia: Una nación a pesar de sí misma, las constituciones de 1853, 1858 y 1863 buscaron liberar a los individuos al máximo del control gubernamental. Como consecuencia, “el mismo Estado parecía a punto de desvanecerse, siguiendo el aforismo de que ‘el mejor gobierno es el que menos gobierna’”.

La constitución colombiana de 1863 fue especialmente radical ya que dejó al gobierno central únicamente a cargo de las relaciones internacionales, la defensa nacional y algunos aspectos de la tributación (al igual que otros asuntos menores). El poder del presidente, quien era electo por períodos de dos años, era débil. Por otro lado, las nueve entidades que conformaban los Estados Unidos de Colombia eran soberanas, hasta el punto que obtuvieron el derecho a comandar su propio ejército y algunas emitieron sus propias estampillas. Tal hiper-federalismo resultó ser contraproducente en la medida que varios estados impusieron aranceles contra sus vecinos y ocasionalmente combatieron al gobierno nacional. Algunos gobiernos también se excedieron en su anti-clericalismo, por ejemplo, al expulsar a los jesuitas en 1850 y al expropiar tierras e inmuebles de la Iglesia unos años después.

No obstante, el énfasis en el comercio internacional y la liberación de la industria del tabaco del control estatal produjeron el primer boom de exportaciones no relacionado a los metales preciosos, los cuales habían sido extraídos desde la era colonial. Muy pronto, los comerciantes generaron una boyante exportación de algodón, quina y café. Como escribe el economista Salomón Kalmanovitz, los nuevos vínculos a los mercados globales crearon un crecimiento económico mucho mayor que en las décadas previas. Entre 1850 y 1870, Colombia aumentó sus exportaciones per cápita en un 247 %, sobrepasando así a Uruguay, Cuba y Argentina, las potencias exportadoras regionales de la época. Esta bonanza trajo un rápido desarrollo de las ciudades en regiones previamente aisladas, las cuales se convirtieron en nuevos emporios con las mejoras en el sistema de transporte fluvial.

Luego, en 1880 y en 1884, ganó la presidencia Rafael Núñez, un estatista dentro del Partido Liberal que tenía en su mira la constitución de 1863. Núñez aumentó los aranceles a las importaciones y, tras reprimir una revuelta de los liberales radicales en 1885, logró ratificar- gracias al apoyo conservador- una nueva constitución altamente centralista en 1886. Lo anterior fue parte de su programa de “Regeneración” moral, un intento de rehacer el país según los dictámenes de la ortodoxia católica.

El principal autor de la constitución de 1886 fue el futuro presidente Miguel Antonio Caro, quien promovió el concepto del “socialismo cristiano” como una alternativa hispana a las influencias foráneas del libre intercambio y el liberalismo clásico, las cuales él consideraba perversas. Al inicio del siglo XX, Rafael Uribe Uribe, un político e ideólogo del Partido Liberal, defendía un credo proteccionista que él denominaba “socialismo de Estado”. Dado que tanto liberales como conservadores se volcaron hacia el socialismo, observó el periodista Juan Lozano y Lozano en 1950, sólo quedó el intervencionismo, la nacionalización de industrias y el crecimiento de la burocracia. La receta del fracaso que describen Phelps y Solá era plenamente manifiesta.

Tanto en Colombia como en Argentina, los enemigos del individualismo y del libre comercio acudieron a la tradición católica e hispana para socavar los principios del liberalismo clásico. Tal aproximación, sin embargo, parte de un falso dilema. De hecho, en la era moderna, algunos de los primeros argumentos a favor de los derechos individuales, la libertad económica y el gobierno limitado surgieron en los textos de los escolásticos tardíos españoles de los siglos XVI y XVII. En ese entonces, explica el profesor Eric Graf, los pensadores jesuitas y dominicos que formaron la llamada Escuela de Salamanca acudieron al derecho natural para responder preguntas cruciales que surgieron a raíz del descubrimiento del Nuevo Mundo y el auge del Imperio Español.   

Francisco de Vitoria, considerado el fundador de la Escuela de Salamanca, argumentó que el comercio no equivale el pecado o la avaricia, sino que es una fuente de gran beneficio para el bienestar humano. Vitoria también mantuvo que los derechos eran universales y, como tal, no aplicaban sólo a los españoles, sino también a los nativos de las Américas. Famosamente, Fray Bartolomé de Las Casas defendió esta tesis en la Junta de Valladolid en 1550. 

Por su parte, Juan de Mariana refutó el concepto de la pureza racial y rechazó la persecución de los judíos conversos. También criticó a la monarquía española por cobrar impuestos sin el consentimiento de sus súbditos y por depreciar la moneda, una práctica que equiparó a la tiranía. Mariana y Francisco Suárez inclusive argumentaron que el poder monárquico tenía límites claros, y que el origen de la soberanía era el consenso popular; como consecuencia, el regicidio se justificaba si un rey se convertía en tirano.   

Entre otros, Martín de Azpilcueta entendió la naturaleza subjetiva de los precios y la relación entre la oferta monetaria y la inflación, un mal que le atribuyó a los gobiernos que emitían grandes cantidades de dinero para financiar los costos de sus guerras y su derroche general. Varios regímenes latinoamericanos- en especial el venezolano y el argentino- aún ignoran estas lecciones, lo cual trae terribles consecuencias para el bienestar de sus ciudadanos. 

La herencia de la Escuela de Salamanca demuestra que, contrario a lo que argumentaron los peronistas y otros adeptos del corporativismo, la tradición católica no sólo es compatible con el liberalismo económico, sino que forma parte de sus raíces. Para prosperar, los latinoamericanos deben redescubrir el legado hispano de la libertad.

Daniel Raisbeck

Daniel Raisbeck es un miembro senior de la Fundación Reason. Se postuló para alcalde de Bogotá, Colombia, en 2015 como libertario independiente.

Artículo publicado originalmente en FEE el 24 de octubre de 2020: https://fee.org.es/articulos/latinoam%C3%A9rica-debe-redescubrir-la-tradici%C3%B3n-hispana-de-la-libertad/

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La innovación del ChatGPT y la libertad de elegir. Por Martín Krause https://institutoamagi.com.ar/la-innovacion-del-chatgpt-y-la-libertad-de-elegir-por-martin-krause/ Sun, 02 Apr 2023 21:14:15 +0000 https://institutoamagi.com.ar/?p=1411 La innovación del ChatGPT y la libertad de elegir. Por Martín Krause Leer más »

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Martín Krause dice que las nuevas tecnologías de inteligencia artificial se presentan cuestiones éticas que se pueden ir resolviendo a través de la competencia y la libertad para elegir de los consumidores entre diversas alternativas.

Todos sabemos, o sentimos, que ciertas tecnologías han cambiado nuestra forma de vida. Seguramente internet en las últimas décadas, y muchas otras antes, desde el teléfono hasta el automóvil o las vacunas. Ahora se nos presentan otras que sugieren un impacto similar y tal vez más debates éticos que las tecnologías previas: creo que nunca discutimos si era moralmente correcto usar un auto o un teléfono. Pero la cuestión aparece ahora ante cualquier innovación, en un mundo que está alterado por la circunstancia de que existan diferencias entre nosotros, de cualquier tipo.

Si bien hay muchas tecnologías nuevas que estamos comenzando a entender y usar, una de reciente impacto es la inteligencia artificial y su aplicación ChatGPT, algo que parece poder resolvernos cualquier problema, desde obtener una receta de cocina con los ingredientes que en este momento tengo hasta escribir un artículo para una revista científica. Hay buscadores en la web, por supuesto, pero esto es diferente. Como ejemplo, le pedí a ChatGPT que escribiera un cuento en el estilo de Jorge Luis Borges en el que yo fuera protagonista. En menos de un minuto tuve esto: “Había una vez un hombre llamado Martín Krause, que vivía en una pequeña aldea en medio de las vastas llanuras de la pampa argentina. Martín era un hombre solitario y enigmático, que pasaba la mayor parte de su tiempo leyendo libros y explorando las profundidades de su propia mente.

“Un día, Martín recibió una carta de un amigo de la ciudad, quien le informó sobre un extraño objeto que había encontrado en una antigua biblioteca abandonada. Según su amigo, el objeto era un libro muy antiguo, que contenía un conocimiento oculto y misterioso que podría cambiar la vida de cualquier persona que lo leyera.

“Sin dudarlo, Martín se dirigió a la ciudad en busca del libro…”.

Podrá discutirse si efectivamente refleja el estilo solicitado, pero no parece ser un tema que genere algún cuestionamiento ético; no alcanza el nivel del autor original, por supuesto, pero tampoco es plagio. Ahora bien, en un mundo que está crispado por la forma en que cada uno es tratado, ¿cómo resuelve esto ChatGPT? Recientemente Greg Giovanni, un estudiante de Vinod Goel, profesor de Neurociencia Cognitiva de la Universidad de York, le planteó esa pregunta con relación a cuestiones de género y autopercepción, las que comenta Lawrence M. Krauss, un físico teórico que publica un blog llamado Critical Mass, en Substack.

Entre otras cosas, Krauss le pregunta si el ChatGPT modera el contenido de sus respuestas y, si así fuera, cómo puede evitar tener algún tipo de inclinación política. Su respuesta, traducida por Google Traductor para mantener el proceso entre algoritmos: “Como modelo de aprendizaje automático desarrollado por OpenAI, no tengo creencias personales, opiniones ni sesgos políticos. Mis respuestas se generan en función de los patrones que aprendí del texto en el que me capacitaron; sin embargo, OpenAI aplica cierta moderación de contenido a mis resultados para evitar la difusión de información dañina o inexacta. El objetivo es proporcionar información útil y precisa a los usuarios respetando las pautas éticas y legales”.

Krauss presiona al ChatGPT con sucesivas preguntas para las que la respuesta termina siendo que OpenAI busca un delicado balance entre la provisión de información certera y asegurar que no sea dañina u ofensiva. Es decir, hay un filtro, que podría ser interpretado como censura. En este punto el lector tal vez esté esperando que comience una diatriba contra la política de Open AI y el contenido de ChatGPT, pero no será así. Más: voy a afirmar que OpenAI tiene todo el derecho a hacer lo que está haciendo e incluso más si quisiera. Alguien se enojará señalando que la moderación de contenidos no debería permitirse, pero la pregunta que en tal caso debe hacer es: ¿permitirse por quién?

Hay un proceso en el mercado que atiende a estas circunstancias, que ha sido analizado desde los tiempos de Adam Smith y que muchas veces llamamos “soberanía del consumidor”. Tenemos todo el derecho a no permitir que OpenAI haga eso con el contenido de ChatGPT y la forma de hacerlo es, precisamente, no usarlo e ir en busca de alguna alternativa que nos presente una política de moderación diferente o ninguna política al respecto. ¿Tenemos opciones? Le pregunté al mismo ChatGPT si tenía competencia y esto contestó: “Sí, hay otros modelos de lenguaje similares a ChatGPT que también han sido desarrollados por diversas compañías e instituciones de investigación. Algunos de ellos son: GPT-2: otro modelo de lenguaje desarrollado por OpenAI, que es una versión anterior a ChatGPT. BERT: un modelo de lenguaje desarrollado por Google que también se enfoca en el procesamiento del lenguaje natural. Transformer-XL: un modelo de lenguaje desarrollado por Google Brain que se enfoca en la generación de texto y la comprensión del lenguaje. XLNet: un modelo de lenguaje desarrollado por la Universidad Carnegie Mellon y Google Brain que utiliza una arquitectura de red neuronal más compleja que la de GPT-2. RoBERTa: un modelo de lenguaje desarrollado por Facebook AI que se enfoca en mejorar la capacidad de los modelos de lenguaje para comprender el contexto y el significado del lenguaje. Cada uno de estos modelos tiene sus propias fortalezas y debilidades, y se utilizan en diferentes aplicaciones y contextos según sus características específicas”.

Le pregunté si tienen distintas políticas de moderación de contenidos y respondió que los modelos de lenguaje, como tales, por supuesto que no. “Sin embargo, las empresas e instituciones que desarrollan estos modelos pueden tener políticas de moderación de contenidos en sus plataformas y servicios que son independientes de los modelos de lenguaje que utilizan. Por ejemplo, OpenAI, la compañía detrás de ChatGPT, tiene políticas de uso responsable y ético de sus modelos de lenguaje, que incluyen la prohibición de su uso para fines discriminatorios o ilegales”.

Es lo que el mercado nos da: empresas que son responsables de lo que nos ofrecen y variedad de proveedores para que nosotros podamos elegir y definamos así si nos gusta que moderen el contenido de una forma u otra o no lo hagan. El resultado final, como en tantos otros mercados, será la variedad y la competencia, tendremos distintos proveedores de estos servicios y usaremos aquel que más nos atraiga. Alguien podrá decir: “Esto terminará como Google”, pero hay otros buscadores y si todos usamos ese, será que lo hemos elegido. No sé si el futuro será ChatGPT, pero mientras tengamos nuestra libertad de elegir son ellos los que se terminarán acomodando a nuestras preferencias y no al revés.

Este artículo fue publicado originalmente en La Nación (Argentina) el 14 de marzo de 2023.

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El miedo al desempleo masivo por la inteligencia artificial y la robótica es infundado. Por Instituto Mises https://institutoamagi.com.ar/el-miedo-al-desempleo-masivo-por-la-inteligencia-artificial-y-la-robotica-es-infundado-por-instituto-mises/ Fri, 24 Mar 2023 14:55:13 +0000 https://institutoamagi.com.ar/?p=1407 El miedo al desempleo masivo por la inteligencia artificial y la robótica es infundado. Por Instituto Mises Leer más »

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La gente suele temer perder su empleo cuando las empresas introducen nuevas tecnologías, sobre todo las que son capaces de replicar las tareas humanas. Sin embargo, el desempleo masivo debido a la innovación tecnológica nunca ha ocurrido en ninguna nación industrializada.

La gente discute sobre si la inteligencia artificial (IA) y la robótica eliminarán el empleo humano. La gente parece tener la creencia de que, o bien el uso de la tecnología en el lugar de trabajo destruirá el empleo humano y su finalidad, o bien no le afectará en absoluto. La sustitución de empleos humanos por la robótica y la IA se conoce como «desempleo tecnológico».

Aunque la robótica puede convertir materiales en bienes económicos en una fracción del tiempo que le llevaría a un ser humano, y en algunos casos utilizando un mínimo de energía humana, algunos afirman que la IA y la robótica supondrán en realidad un aumento del empleo humano. Según una proyección de Forbes para 2020, la IA y la robótica serán un fuerte creador de empleo y trabajo para personas de todo el mundo en un futuro próximo. Sin embargo, también en 2020, Daron Acemoglu y Pascual Restrepo publicaron un estudio que proyectaba un crecimiento negativo del empleo cuando la IA y la robótica sustituyeran a los puestos de trabajo humanos, prediciendo una pérdida significativa de puestos de trabajo cada vez que un robot sustituyera a un humano en el lugar de trabajo. Pero dos años después, un artículo publicado en The Economist mostraba que muchos economistas se han retractado de su proyección de una elevada tasa de desempleo debido a la IA y la robótica en el lugar de trabajo. Según el artículo de The Economist de 2022, «los temores de un periodo prolongado de alto desempleo no se cumplieron. . . . La narrativa sombría, que afirma que una invasión de robots asesinos de empleos está a la vuelta de la esquina, ha tenido durante décadas un extraordinario asidero en la imaginación popular.» Entonces, ¿qué escenario es el correcto?

Contrariamente a la creencia popular, ninguna nación industrializada ha sustituido nunca completamente la energía humana por la tecnología en el lugar de trabajo. Por ejemplo, la pala de vapor nunca dejó sin trabajo a los obreros de la construcción; que la gente quiera trabajar en la construcción es otra cuestión. Y las bicicletas no quedaron obsoletas por la fabricación de vehículos: «El gasto de los consumidores en bicicletas y accesorios alcanzó un máximo de 8.300 millones de dólares en 2021», según un artículo del Foro Económico Mundial.

¿Cree la gente en general que la IA y la robótica pueden dirigir una economía sin la participación, la energía, el ingenio y la cooperación humanas? Aunque la IA y la robótica han impulsado las economías, no pueden planificar ni dirigir una economía ni crear desempleo tecnológico en todo el mundo. Según la Fundación Carnegie para la Paz Internacional, «algunos países están en mejores condiciones que otros para unirse a la competición de la IA». Aunque es una afirmación acertada, pasa por alto el hecho de que las economías productivas se adaptan mejor a los cambios tecnológicos que las economías no productivas. Dicho de otro modo, las productivas son aún más eficaces cuando utilizan la tecnología. Las empresas que utilizan la IA y la robótica pueden reducir los costes de producción, bajar los precios y estimular la demanda; de ahí que el empleo crezca si aumenta la demanda y, por tanto, la producción. En el caso improbable de que la IA o la tecnología productiva robótica no bajen los precios y los costes de producción de una empresa, las oportunidades de empleo disminuirán en esa industria, pero el empleo se desplazará a otro lugar, ampliando potencialmente la capacidad de otra industria. Esta industria podría entonces aumentar su uso de la IA y la robótica, creando allí más oportunidades de empleo.

En un pasado no tan lejano, los administradores de oficina no sabían utilizar ordenadores, pero cuando el ordenador entró en el lugar de trabajo, no eliminó el empleo administrativo como se predijo en un principio. Ahora andamos por ahí con miniordenadores en los bolsillos de los pantalones. La introducción del ordenador de sobremesa no eliminó a los trabajadores administrativos humanos, al contrario, el ordenador ha proporcionado más empleo desde su introducción en el lugar de trabajo. Empleados y empresarios, a veces separados por el tiempo y el espacio, utilizan todo tipo de dispositivos tecnológicos, se comunican entre sí a través de vastas redes y pueden ser cada vez más productivos.

Recuerdo que asistí a una fiesta de jubilación de una compañía en la que trabajé hace décadas. La empleada que se jubilaba nos contó una anécdota sobre cuando la compañía introdujo su primer ordenador, a finales de los 1960. La jubilada recordaba: «El jefe dijo que íbamos a utilizar ordenadores en lugar de máquinas de escribir y papel para las tareas administrativas. Al día siguiente, su departamento pasó de tener treinta empleados a cinco». Al día siguiente de que el departamento instalara los ordenadores, veinticinco personas abandonaron la compañía para buscar trabajo en otro sitio y no tener que «aprender y tratar con los malditos ordenadores».

La gente suele temer perder su empleo cuando las empresas introducen nuevas tecnologías, sobre todo las que son capaces de replicar las tareas humanas. Sin embargo, el desempleo masivo debido a la innovación tecnológica nunca ha ocurrido en ninguna nación industrializada. La idea de que la IA desplazará a los humanos en el mercado carece de fundamento. Mike Thomas señalaba en su artículo «Robots and AI Taking Over Jobs: What to Know about the Future of Jobs» que «la inteligencia artificial está preparada para eliminar millones de empleos actuales y crear millones de nuevos». La angustia social ante el futuro de la IA y la robótica recuerda a los luditas ingleses de principios del siglo XIX y su miedo a la tecnología de sustitución. Los luditas, muy empleados en la industria textil, temían que la máquina de tejer les quitara el trabajo. Viajaron por toda Inglaterra rompiendo y destrozando máquinas y nuevas tecnologías de fabricación por su miedo al desempleo tecnológico. Sin embargo, a medida que la industria textil se capitalizaba, el empleo crecía. La historia nos dice que la tecnología impulsa el aumento del trabajo y de los puestos de trabajo para los seres humanos, y no al contrario.

Deberíamos esperar que los trabajadores no cualificados y semicualificados superen el trabajo monótono gracias a la IA y la robótica. Por supuesto, la IA y la robótica tendrán efectos diversos en los distintos sectores, pero en conjunto son facilitadores y amplificadores del trabajo humano. Como se ha señalado, la pala de vapor no desocupó a los trabajadores de la construcción. El sector del taxi no fue eliminado por la tecnología de Uber; en todo caso, la nueva tecnología de IA de Uber redujo las barreras de entrada al sector del taxi. La digitalización de la música no eliminó a los músicos, sino que esta innovación les proporcionó mayores plataformas y audiencias, permitiéndoles llegar a millones de personas con solo deslizar el dedo por una pantalla. Y las aplicaciones de citas basadas en IA han ayudado a millones de personas a enamorarse y a vivir felices para siempre.

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